Toda empresa que compite lo hace según una estrategia. La estrategia es qué vamos a hacer en el futuro para conseguir unas metas estratégicas a medio, largo plazo, que en general son de tipo económico (facturación o rentabilidad) y también de volumen de actividad (unidades).
La estrategia establece el vínculo entre la organización y el medio que la rodea, y tiene como objetivo conseguir unas ventajas competitivas, que permitan a la compañía obtener una posición superior a la de sus competidores. Ello se traduce en alta rentabilidad, mayor cuota de mercado, mayor facturación, …. La estrategia, una vez definida no es estática, sino que debe ser revisada periódicamente, para tomar en consideración los cambios del entorno y de la propia situación de la empresa.
La estrategia, se materializa en líneas estratégicas, que marcarán las líneas de actuación futura de la organización. Pero ello no es suficiente, y esas líneas estratégicas deberán desplegarse, de modo que se conviertan en planes y proyectos específicos, los cuales, si son implantados correctamente, garantizarán que se avanza por las líneas estratégicas de las que provienen, y en definitiva permitirán que se alcancen las grandes metas estratégicas, en los periodos del horizonte de planificación.
Para ello las líneas estratégicas se convertirán en objetivos estratégicos, los cuales se agruparán siguiendo diversas perspectivas, siendo las más habituales la económico-financiera, clientes, procesos y recursos. Es importante establecer el esquema de relaciones causa-efecto entre los diferentes objetivos estratégicos. La representación gráfica de lo anterior, se llama mapa estratégico.
Los objetivos estratégicos se medirán con uno o varios indicadores estratégicos, que en definitiva recogerán la evolución de parámetros concretos a lo largo del tiempo. Los indicadores deberán conseguir metas específicas, calendarizadas a lo largo del tiempo. Su consecución implica tener planes y proyectos concretos, que se conocen como iniciativas estratégicas. Cada uno tendrá un plan de implantación, con hitos a conseguir, recursos a emplear, todo ello según un calendario. Y una vez implantados los proyectos estratégicos tendrán indicadores operacionales.
El despliegue de la estrategia a través del CMI implica establecer objetivos claros y alinear iniciativas estratégicas en cada perspectiva. Además, se asignan indicadores clave de rendimiento (KPIs) para medir el progreso hacia estos objetivos. Esta alineación garantiza que todas las partes de la organización comprendan su contribución a los objetivos estratégicos y permite una toma de decisiones informada.
El concepto para el despliegue del Plan Estratégico resumidos en los párrafos anteriores, se conoce como Balanced ScoreCard (BSC), o cuadro de mando integral CMI).
En el contexto económico actual, con riesgos geopolíticos y otros más cercanos de tipo político, económico, disponer de una buena estrategia que incluya un estudio de posicionamiento actualizado es fundamental, no sólo para mantener la cuota de mercado/ volúmenes de negocio alcanzados, sino sobre todo para aumentarlos de manera significativa y conseguir la competitividad a corto / medio plazo y la supervivencia a largo plazo.
El desarrollo de un Plan Estratégico y su despliegue mediante la metodología Balanced ScoreCard, incluye las siguientes fases:
En definitiva, la estrategia empresarial se convierte en un plan tangible a través del Cuadro de Mando Integral (CMI), una metodología que va más allá de la mera formulación de estrategias, permitiendo su implementación efectiva y el seguimiento de su ejecución.
El CMI se estructura en cuatro perspectivas interrelacionadas: financiera, cliente, procesos internos y aprendizaje y crecimiento. En la perspectiva financiera, se traducen los objetivos estratégicos en métricas financieras claras, proporcionando una visión cuantitativa del rendimiento empresarial. La perspectiva del cliente se centra en las necesidades y expectativas del cliente, enlazando directamente con la creación de valor. Los procesos internos, por su parte, identifican los procesos clave que impulsan el éxito estratégico. Finalmente, la perspectiva de aprendizaje y crecimiento aborda el desarrollo de capacidades y recursos necesarios para la ejecución eficaz de la estrategia.
El CMI no solo proporciona una visión holística de la estrategia, sino que también facilita la adaptación continua. Mediante revisiones periódicas, la empresa puede ajustar su enfoque estratégico en respuesta a cambios en el entorno empresarial o en las prioridades organizativas. Así, el CMI no solo sirve como un tablero de control, sino como un sistema dinámico que impulsa la mejora continua y la eficacia en la implementación de la estrategia empresarial.
Este artículo se ha realizado en el marco de la Resolución de IVACE de concesión de una subvención al Consejo de Cámaras de la Comunitat Valenciana, para el fomento de la Sostenibilidad y Desarrollo Sostenible en el año 2023.
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