
La energía nuclear ha funcionado, desde mediados del siglo XX, como uno de los termómetros más precisos del desarrollo tecnológico de un país. Allí donde hay una central nuclear en operación, suele existir también un ecosistema científico capaz de sostenerla. No se trata solo de producir electricidad de forma estable y libre de CO₂: la energía nuclear implica dominar una de las tecnologías más complejas que ha desarrollado la humanidad. Requiere infraestructuras altamente especializadas, profesionales con formación avanzada y una inversión continuada en investigación y desarrollo (I+D), elementos que suelen estar presentes únicamente en economías con un tejido innovador sólido.
De hecho, basta observar el mapa energético mundial para comprobar que la mayoría de los países que integran la energía nuclear en su mix energético pertenecen al grupo de economías avanzadas. La construcción, operación y mantenimiento de una central nuclear activan cadenas de conocimiento que atraviesan disciplinas diversas: ingeniería, física de materiales, química avanzada, electrónica de precisión o gestión digitalizada de sistemas críticos. Esta interdependencia convierte a cada central en un nodo tecnológico que irradia innovación hacia múltiples sectores industriales.
En este sentido, la central nuclear de Cofrentes no es una excepción. Más allá de su papel en la producción de energía, actúa como un agente activo dentro del ecosistema científico y tecnológico de la Comunidad Valenciana. Su funcionamiento requiere la incorporación de personal altamente cualificado —ingenieros, físicos, técnicos especializados— cuya presencia contribuye a retener talento y a fortalecer el tejido profesional de la región. Las colaboraciones con centros de investigación y empresas tecnológicas amplían aún más este impacto.
El vínculo entre energía nuclear e inversión en I+D tampoco es casual. Los países que destinan mayores recursos a investigación suelen contemplar la opción nuclear como parte estratégica de su futuro energético. La razón es doble: por un lado, la energía nuclear aporta estabilidad y seguridad de suministro; por otro, la investigación nuclear genera un efecto arrastre sobre otros ámbitos tecnológicos, desde el desarrollo de nuevos materiales hasta la computación de alto rendimiento o la detección avanzada de radiación. La ciencia nuclear, en definitiva, funciona como un catalizador de innovaciones que rara vez se limitan al sector energético.
Ejemplos de esta relación se observan en países como Francia, China, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos. Todos ellos mantienen un amplio parque de centrales nucleares y, al mismo tiempo, encabezan los rankings globales de inversión en I+D. Han consolidado industrias nucleares robustas que no solo les garantizan autonomía energética, sino que también impulsan su competitividad tecnológica. En estos países, el sector nuclear genera empleos de alta cualificación, exporta tecnología y alimenta un círculo virtuoso de innovación que trasciende la producción eléctrica.
Así, aunque la energía nuclear sigue siendo objeto de debate social y político, su papel como indicador del desarrollo científico-tecnológico continúa siendo evidente. Allí donde existe capacidad para diseñar, construir y gestionar instalaciones nucleares seguras, suele existir también un país capaz de innovar, atraer talento y situarse en la frontera del conocimiento.
En definitiva, la energía nuclear no es una mera fuente de energía sino que es capaz de cumplir ese requerimiento pero también ser motor de innovación, competitividad un actor fundamental para la transición energética que nos ayuda a ser una sociedad más sostenible.
En la actualidad en 31 países actualmente generan electricidad con energía nuclear, el número de reactores en uso (conectados / operativos) y el porcentaje aproximado de la electricidad nacional que aporta la nuclear, se muestra en la siguiente tabla: (Los datos están tomados de PRIS (IAEA), World Nuclear Association y compilaciones públicas (Our World in Data / Wikipedia).
| País | Reactores en uso | % electricidad (aprox.) por nuclear |
| Estados Unidos | 94 | 18.2% |
| Francia | 57 | 67.3% |
| China | 57 | 4.7% |
| Rusia | 37 | 17.8% |
| Corea del Sur | 26 | 31.7% |
| Canadá | 19 | 13.4% |
| India | 20 | 3.3% |
| Japón | 14 | 5.6% |
| Ucrania | 15 | 55.0% |
| Reino Unido | 9 | 12.3% |
| España | 7 | 19.9% |
| Suecia | 6 | 29.1% |
| Bélgica | 5 | 57.3% |
| Eslovaquia | 5 | 60.6% |
| Finlandia | 5 | 39.1% |
| República Checa | 6 | 40.2% |
| Pakistán | 6 | 16.7% |
| Rumanía | 2 | 19.8% |
| Brasil | 2 | 2.3% |
| Bulgaria | 2 | 41.6% |
| Sudáfrica | 2 | 3.9% |
| México | 2 | 4.8% |
| Argentina | 3 | 7.4% |
| Hungría | 4 | 47.1% |
| Suiza | 4 | 28.6% |
| Emiratos Árabes Unidos (EAU) | 4 | 21.8% |
| Bielorrusia | 2 | 36.3% |
| Eslovenia | 1 | 35.0% |
| Países Bajos | 1 | 2.8% |
| Irán | 1 | 1.7% |
Nota: las cifras reflejan reactores en uso (operativos / conectados a la red). Algunos países tienen reactores suspendidos o unidades en construcción; aquí no se cuentan esas unidades como “en uso”. Datos de referencia: IAEA PRIS / World Nuclear Association / Our World in Data (actualizaciones durante 2024–octubre 2025).
Este artículo se ha realizado en el marco de la Resolución de IVACE+i de concesión de una subvención al Consejo de Cámaras de la Comunitat Valenciana, para el fomento de la Sostenibilidad en el año 2025.
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