De acuerdo con las cifras del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) una de cada cinco personas están en pobreza extrema, esto representa el 17 % de la población mundial.
Imagina por un instante que solo cuentas con 1,25 $ al día, ¿cuántas cosas tienes que sacrificar para sobrevivir con ese dinero?
Pues bien, este panorama lo viven millones de hombres, mujeres y niños, quienes deben enfrentar muchas dificultades para cubrir sus necesidades más básicas.
Cuando hablamos de pobreza es necesario aclarar que va más allá de la falta de ingresos y recursos para garantizar un medio de vida sostenible, se trata de un problema de derechos humanos.
Entre las manifestaciones de la pobreza están el hambre, la malnutrición, la falta de una vivienda adecuada y el acceso limitado a otros servicios fundamentales como la educación o la salud.
Tal como lo señala “Los Principios Rectores sobre la Extrema Pobreza y los Derechos Humanos” «En un mundo caracterizado por un nivel sin precedentes de desarrollo económico, medios tecnológicos y recursos financieros, es un escándalo moral que millones de personas vivan en la extrema pobreza»
El tema es tan relevante que ocupa el primer lugar de la lista de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 para transformar el mundo y poner fin a la miseria en todas sus formas.
En la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible se considera que la industria y el comercio forman parte de los factores que impulsan el crecimiento económico inclusivo y la reducción de la pobreza.
Muestra de ello es que los ODS que fueron consensuados entre las Naciones Unidas, cientos de estados y organizaciones que manifestaron que un mundo más sostenible y equitativo se logra con la participación más activa del sector económico.
Un punto positivo es que en los países en desarrollo, los mercados se han expandido en las últimas décadas, lo que ha abierto el acceso a nuevas oportunidades.
El volumen de las inversiones del sector privado en estos países ha logrado la disminución paulatina de la ayuda externa que venían recibiendo, adquiriendo las empresas un papel importante en la reducción de la pobreza global.
Es por esto que cada negocio es un pilar para la reducción de la pobreza en el mundo, solo si logran crear más oportunidades laborales para grupos vulnerables, con condiciones de trabajo dignas a empleados y proveedores e impactando de manera positiva en los países, comunidades locales y zonas azotadas por la crisis social y ambiental.
De ahí que la literatura económica sugiere que la expansión del comercio, aun siendo crucial para la reducción de la pobreza, debe estrechar vínculos a un conjunto más amplio de medidas.
Por ejemplo, el impacto de la industria y comercio dependen incluso de las decisiones que se toman dentro del hogar, sobre en qué destinar los ingresos.
También pueden predominar en los resultados de desarrollo a largo plazo, como el descenso de las tasas de malnutrición infantil o el incremento de la asistencia y el rendimiento escolar.
Esto significa que las personas son pobres porque poseen pocos recursos y los beneficios derivados de esos recursos son escasos.
Generalmente, los pobres son víctimas de ambas adversidades. Por una parte, con el crecimiento económico rápido y sostenido, los pobres logran obtener oportunidades de ahorrar para acumular capital.
También incluye recibir educación para optimizar el capital humano y obtener mayores beneficios a cambio de entregar sus recursos a otras personas a través del mercado.
Otra vía para que el comercio y la industria contribuyan a la erradicación de la pobreza es promover el crecimiento económico y la innovación.
Nos referimos a ampliar la economía para intensificar la competencia en los mercados. Mayor productividad significa que la sociedad, incluyendo los pobres, pueda recibir más ingresos con una cantidad de recursos determinada.
Hay que recordar que los pobres también son consumidores de insumos. El comercio e industria pueden mejorar su acceso a materiales y de servicios, lo que lleva a una mayor productividad en sus actividades.
En pocas palabras, como consumidores, la liberalización del comercio puede resultar ventajosa.
Un ejemplo de cómo pueden los productores pobres beneficiarse del comercio y la industria, es el Acuerdo de Libre Comercio entre los Estados Unidos y Viet Nam.
Las familias que viven en las zonas donde más se han recortado los costos de exportación a los EEUU han experimentado una significativa disminución de su nivel de pobreza.
Por supuesto, todo apunta a que el comercio y la industria benefician a los más desposeídos si promueven la diversificación y una mayor estabilidad macroeconómica, ya que la volatilidad macroeconómica es muy negativa si se trata de distribución de los ingresos y de generar desigualdades.
Las empresas tienen la oportunidad y responsabilidad de adoptar medidas para ayudar a reducir la pobreza en aquellos mercados donde operan.
En especial, con la creación de modelos de negocio inclusivos y creando productos y servicios innovadores que amparen a las comunidades afectadas por las carencias.
La colaboración de la empresa para bajar los niveles de pobreza en el mundo se puede apreciar desde tres ejes:
De acuerdo con el Objetivo 1 de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, las empresas pueden tomar medidas para ayudar a las personas en situación de pobreza:
Desde el año 2000 hasta la fecha, la tasa de pobreza en el mundo se ha reducido a la mitad.
Pero en las regiones en desarrollo, una de cada diez personas sigue viviendo bajo el umbral de la miseria.
Es por eso que para avanzar en la sostenibilidad las empresas son claves. De allí que a lo largo de los años un gran porcentaje ha adoptado las 10 acciones diarias recomendadas por la ONU y que están ligadas al Objetivo de Desarrollo Sostenible 1 para alcanzar el fin de la pobreza:
Alcanzar el Objetivo 1 de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, no es una utopía.
Según la ONU, si todos los países ricos donan solo el 1 % de sus ingresos para ayudar a combatir la pobreza, en menos de 20 años los niveles llegarán a cero.
En resumen, para ponerle un punto y final a este flagelo es básico propiciar un crecimiento económico inclusivo, crear empleos sostenibles y consolidar la igualdad.
Y no solo eso, se deben implementar sistemas de protección social para minimizar los riesgos de los países propensos a sufrir desastres. Además, brindar apoyo para enfrentarse a las dificultades económicas.
La meta de la Agenda 2030 es no dejar a nadie atrás y poner en primer lugar a los más desfavorecidos.
Articulo realizado en el marco del proyecto: Socializarse, financiado por la Secretaría Autonómica de Presidencia de la Generalitat Valenciana.
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