Ha habido una segunda pandemia que ha pasado desapercibida y ha sido silenciada: la pandemia de los plásticos. Durante estos casi tres años la mala o ausente gestión de residuos sanitarios ha causado estragos en el Medio Ambiente: océanos contaminados con nanoplásticos, plásticos corrientes y hasta residuos peligrosos.
Las posibles medidas llegan tarde y sin estrategia. Por eso, no deja de ser paradójico que todo el material que ha sido utilizado para cuidar nuestra salud y garantizar la salubridad de nuestro sistema sanitario, ahora se vuelva en nuestra contra y amenace con afectar a la cadena trófica y a la situación de nuestros océanos, entre otras.
Para conocer hasta qué punto la segunda pandemia traerá consecuencias de larga duración, hay que conocer algunos datos:
Residuos de material sanitario desechable generados al día: 1,6 millones de toneladas
La campaña de vacunación masiva: 143 toneladas de residuos
La fabricación de pruebas diagnósticas: 2.600 toneladas de residuos plásticos y 731.000 litros de residuos químicos
3.400 millones de mascarillas a la basura cada día
64.000 millones de guantes desechados al mes
Un 15% del total son residuos peligrosos
Y esto, sin contar que el material sanitario en los hospitales se ha multiplicado por diez y por tanto, existe cientos de miles de toneladas más de basura de este origen.
Asimismo, las mascarillas guardan especial relevancia y es que han sido las grandes protagonistas de los plásticos durante la crisis del covid 19. Por ello, son también las principales contaminantes de los últimos años.
Una mascarilla como las que se han estado usando para evitar la propagación del coronavirus, puede liberar hasta 173.000 microfibras sintéticas que irán a parar por desgracia a nuestros océanos. Al llegar a entrar en contacto con el agua, se degradarán en plásticos de tamaño ínfimo, hasta llegar a una escala nanométrica.
De este modo perdurarán durante décadas, y sobreviviendo probablemente más que cualquier otro estrago de la pandemia. Además, pasarán a formar parte de la cadena trófica de los animales del mundo acuático y posteriormente, de todos nosotros.
Los equipos de protección individual también han cobrado especial importancia en la pandemia de los plásticos. En hospitales su uso se ha multiplicado sin miramientos y además, no han existido alternativas de uso cotidiano para evitar materiales plásticos desechables.
Los equipos de protección individual o EPI, como también se les suele llamar, están compuestos por todo tipo de utensilios que tenían el fin de hacer más seguro el trabajo en los hospitales sin tener en cuenta las consecuencias a medio y largo plazo. Es decir, en ningún momento se creó una comisión u organización destinada a administrar y responsabilizarse de los residuos de la pandemia, en concreto de los de los hospitales que por estar concentrados podrían haber sido más fáciles de controlar.
Algunos de estos equipos son las batas desechables, los respiradores, los administradores de vacunas, los test, recipientes para transportar vacunas…
Los hospitales, por suerte, antes de la pandemia ya contaban con sistemas de gestión de residuos, los cuales se vieron colapsados, aunque por supuesto, sumaron en el intento de reducir los plásticos contaminantes.
Estos sistemas ubicados y destinados solo a hospitales tenían una eficacia o uso del 66% en hospitales de países desarrollados, pero solo de un 30% en países en vías de desarrollo.
Por lo que la gestión fue deficiente y escasa en hospitales y nula para el resto de residuos que fueron mayoría. Es decir, las mascarillas, guantes y test de prueba de los ciudadanos no pasaron por ningún sistema de gestión ni tratamiento especial. Sus plásticos están yendo a parar directamente a los océanos sin que nadie, ningún país o asociación se responsabilice.
Pero las consecuencias son mayores: los contaminantes liberados afectarán a los animales del medio acuático pero también quedarán dispersados por el aire por lo que afectarán a toda la fauna del planeta. Esto nos incluye a nosotros.
También, la quema de estos millones de toneladas de nuevos plásticos está multiplicando los gases de efecto invernadero y afectando gravemente al agujero de la capa de ozono, con la consiguiente elevación de temperaturas.
Es difícil poner remedio a lo sucedido en cuanto a contaminación en estos casi tres años. Sin embargo, dado que muchos de estos equipos aún estarán entre nosotros para ayudarnos a prevenir y mantener controlado al covid 19, es interesante desarrollar estrategias para controlar los residuos que dejen.
Estas son algunas de las que ha planteado la OMS:
Impulsar la fabricación local de los equipos médicos sencillos. De ese modo se reduce la contaminación por transporte.
Racionalizar el uso de EPI mediante propuestas sostenibles o cambio de actitudes.
Fabricar equipos de protección reutilizables y que puedan limpiarse a fondo con sencillez y eficacia.
EPI fabricados con materiales renovables.
Reducir el número de envases necesarios, por ejemplo, incluyendo más dosis o artículos en un solo envase.
También, hacer los envases sostenibles.
Crear sistemas gestionados de recogida, almacenaje, reciclaje y administración de residuos, especialmente de los sanitarios.
Imágenes: Unsplash y Freepik
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