El futuro es eco y la construcción se está poniendo al día gracias a las certificaciones digitales. Quizá puedas creer que es algo nuevo que ha aparecido en estos últimos meses, pero algunas certificaciones llevan décadas activas.
Todas ellas sirven para llevar un mejor “recuento” de las construcciones y para premiar a aquellas edificaciones que contribuyen a un futuro más sostenible. De ese modo, aparecen diferentes variables cuantificables que se tienen en cuenta para poner nota a los edificios.
Las certificaciones funcionan como etiquetas que sirven para identificar fachadas en base a su responsabilidad medioambiental. Es algo así como un examen que pasan los edificios y cuya neta puede ayudarles en un futuro. Por ejemplo, obteniendo más beneficios o más ventas.
Así, se incentiva la creación de viviendas sostenibles.
A lo largo del mundo y en concreto, de Europa, existen diferentes etiquetas, aunque todas ellas son muy semejantes. Las más conocidas son: Leed, Breeam, Verde y DGNB. A continuación, vamos a conocerlas un poco mejor, a comprender sus características y ver sus diferencias.
La etiqueta LEED es originaria de Estados Unidos y nació en 1994, en San Francisco, gracias a la institución U.S. Green Building Council. Es una etiqueta que tiene tras de sí a una amplia variedad de profesionales acreditados que son los encargados de ofrecer o no esta insignia a los edificios.
Está presente en todo el globo terráqueo, y solo en España tiene 847 edificios registrados.
Se basa en diferentes categorías para ofrecer o no el distintivo. Algunas de ellas son: parcela sostenible, localización y transporte, eficiencia en el uso del agua, materiales, calidad del aire interior, innovación, prioridad regional y otros.
Dependiendo de los requisitos que cumplan los edificios podrán recibir las etiquetas: certificado, plata, oro y platino.
BREEAM es una certificación londinense nacida en 1990. No obstante, como curiosidad, España cuenta con su homóloga nacida en la institución BRE Trust, en Galicia.
Para certificar el edificio, a diferencia de en el anterior caso, hay que contactar con un asesor reconocido por BREEAM, que haga la inscripción, el seguimiento, la evaluación, etcétera, o sea, que se encargue de todo el proceso.
Esta es una certificación muy especial que ha alcanzado ya 63 países, muchos de ellos con su propia adaptación como España, que hace el proceso mucho más sencillo.
Algunos de los indicadores que se tienen en cuenta son: bienestar, energía, transporte, agua, residuos, suelo, ecología…
BREEAM cuenta también con diferentes esquemas para agilizar la categorización: BREEAM nueva construcción, BREEAM en uso, BREEAM urbanismo…
Y al igual que la etiqueta anterior, cuenta con varias categorías para puntuar a los edificios. Estas son: aprobado, bueno, muy bueno, excelente/excepcional.
Esta certificación es de origen español y sus siglas se refieren a ‘Valoración de Eficiencia de Referencia De Edificios’. Esta certificación fue desarrollada por el Comité Técnico GBC en colaboración con el grupo de investigación ABIO – UPM. Y se basa en una herramienta llamada SBTools que certifica la documentación del proyecto mediante evaluadores externos homologados.
Tiene en cuenta: la energía, la atmósfera, los recursos renovables, aspectos sociales y económicos, parcela y emplazamiento… Cada criterio recibe una puntuación del cero al cinco. Y en base a esto a cada edificio le dan una calificación de cero a cinco hojas verdes.
DGNB son las siglas de Deutsche Gesellschaft für Nachhaltiges Bauen y es de origen alemán. Fue lanzado por el Consejo de Construcción sostenible de Alemania en colaboración con el Ministerio Federal de Transporte, Construcción y Desarrollo Urbano de Alemania. Es una certificación que aporta una perspectiva muy completa, y entre otras, recoge: la economía, los emplazamientos, los aspectos socio – culturales y funcionales, etcétera.
Sus niveles dentro de la etiqueta son: oro, plata y platino.
Entre todas ellas guardan grandes diferencias, de hecho, todos los requisitos son diferentes, por eso algunos países prefieren adaptar unas etiquetas antes que otras.
Pero también, como es lógico, teniendo todas ellas un objetivo común, que es la sostenibilidad medioambiental, coinciden en muchos parámetros.
Algunos de los puntos en común son:
Reducción de las emisiones de CO2, refrigeración sin CFC, el compromiso de compartir los datos de consumo…
Orientación del edificio, aprovechamiento de la masa térmica y la energía solar pasiva, iluminación natural, aislamiento térmico…
Mejora de la calidad ambiental en el interior de los edificios, flexibilidad, madera certificada, el impacto sobre la salud de las personas…
Transporte público, bicicletas, contaminación lumínica…
Reducción y medición del consumo, datos de consumo, crédito alcanzable…
Más allá de estas, existen grandes diferencias entre las etiquetas, pero por suerte todas ellas contemplan las anteriormente citadas.
Imágenes: Unsplash y Freepik
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